Antes de venir a Estados Unidos, Elena tenía una vida estable en México, incluida su propia casa. Impulsada por la promesa de su pareja de un futuro mejor, dio un salto de fe y se trasladó a Estados Unidos. Pero la realidad a la que se enfrentó distaba mucho de los sueños que le habían vendido. Su pareja no sólo le impidió trabajar, sino que tampoco consiguió el visado prometido, dejando a Elena y a su hija aisladas y confinadas en una vida que ella no había imaginado.
El punto de inflexión llegó cuando Elena, en un momento de profundo coraje, decidió huir de Fresno al condado de Orange con su hija. Su viaje dio un giro inesperado pero crucial en la estación de tren de Anaheim, donde, perdida y buscando un camino de vuelta a México, Elena se encontró con dos desconocidos. Uno de estos compasivos individuos la animó a ponerse en contacto con una línea de ayuda contra la violencia doméstica, una sugerencia que cambiaría su vida.
Con el apoyo de nuestro programa residencial, Elena empezó a reconstruir su vida. Al principio, se enfrentó a sentimientos de duda, necesitando demostrar su honestidad sólo para acceder a las necesidades básicas. Sin embargo, con el paso de los días, Elena fue adquiriendo fuerza y confianza. Aprendió a pedir ayuda con convicción, aceptando su nuevo entorno con gracia y seguridad en sí misma.
Hoy, Elena y su hija están prosperando en un programa de alojamiento a través de uno de nuestros socios, y continúan su viaje de curación. Las propias palabras de Elena reflejan su inquebrantable determinación: "Quiero estar aquí y echarle ganas".